EL SABIO NEGRO
“¿Conoce la diferencia entre un sabio blanco y uno negro? La sabiduría del
blanco se mide por la prisa con que responde. Entre nosotros es más sabio quien
más se demora. Algunos son tan sabios que no responden nunca”
Así describe el sentir de la vida en su país,
en la novela “El último vuelo del flamenco”, el escritor
mozambiqueño Mia Couto.
Couto también no cuenta que, en Mozambique, lo
que no se ve es más importante que lo que se ve, que África está llena de
Macondos y de realismo mágico, que vive en un país donde se producen historias,
que sólo hay que estar alerta porque pasan por tu puerta, llaman y entran,
aunque no lo quieras.
Como Couto, también Javier Brandoli, amigo,
viajero y periodista afincado en ese país, tiene siempre su puerta abierta a
las historias que por ella entran. Él nos ha hecho entender mejor la realidad
de Mozambique, nos ha hecho amar a sus gentes, nos ha hecho querer sus lugares
más bellos.
Y también Greg Carr, que aunque no lo escribe,
con su ejemplo nos describe el enamoramiento por Gorongosa, una de las reservas
más bellas y esquiva del continente africano. Con su ejemplo de generosidad
desmedida, ha salvado este paraíso natural de las garras del olvido. Podríamos
leer todo lo que sobre él se ha publicado, pero sentados junto al fuego, en su
campamento base, mirándole a los ojos y escuchando de su propia boca ese amor
desmedido, sentimos un estremecimiento que aún no se nos pasó.
Maputo, Gorongosa, Quirimbas, Pemba, el
Zambezi, también lugares únicos de un país único, que a golpe de contradicciones
aprendimos a querer.
En nuestra luna de miel y de la mano de
Javier, conocimos también la pequeña población de Vilanculos y, frente a ella,
uno de los escasos paraísos que nos quedan, el archipiélago de Bazaruto, un
grupo de islotes casi vírgenes, de inabarcables arenales solitarios, barreras
de coral y aguas cristalinas.
En el interior de la isla principal, la maleza
se ve interrumpida por el agua dulce de algunas lagunas. Algunos acuden allí
para ver los esquivos cocodrilos de Bazaruto, otros al encuentro fallido de las
sirinia de la mitología, que no son otros que los dugones, que durante mucho
tiempo se creyeron extinguidos.
Sobre una de las islas, Benguerra, dormita el
Azura Lodge, donde cerramos el círculo africano de nuestro viaje de bodas.
Un alojamiento que se abraza a la
ecología y a la sostenibilidad y que fue construido artesanalmente en
colaboración con la comunidad local, que se beneficia también de la llegada de
los visitantes. Tiene sólo 16 villas, cada una con su propia piscina,
orientadas con amor hacia el ocaso del sol.
Sentados de la mano en la cresta de una duna
de finísima arena, frente al sol de la tarde que se ocultaba, quisimos entender
la sabiduría del continente, aspirábamos ya a ser sabios negros y a responder
con demora. Algunos, más sabios, ya no responden nunca.
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