ATITLÁN Y LOS CÓDICES DE PAPEL DE AMATE
Hace unos 48.000 años, después de una erupción volcánica que según cuenta la leyenda fue la mayor de la historia, se formó una caldera volcánica que, con el tiempo y gracias a las aguas que los siglos hicieron verter en ella, dio lugar al lago más profundo de Centro América. Pincelado por tres impetuosos volcanes de más de 3.000 metros de altura que asientan su poder sobre sus orillas, el Atitlán es, dicen, el más bello lago de la Tierra.
Dejábamos atrás días por lugares que desde hace mucho tiempo nos habían atraído, en nuestras lecturas, siempre curiosos por desentrañar los mapas del mundo: Tikal, Antigua, Chichicastenango,.....Navegábamos en nuestra barquita, recién casados y absortos en el paisaje circundante, por las mansas aguas del Atitlán, camino del pueblecito de San Antonio de Palopó. El sonido del renqueante motor nos sumergía con su ronroneo en historias que habíamos leído de tiempos muy lejanos, de cuando casi mil años antes de nuestra era se empezaba ya a utilizar la corteza del amate para fabricar los primeros “papeles”, sobre los que quedaron escritos los más antiguos códices de Mesoamérica. Palopó quiere decir eso “palo” por árbol, “po”, de poj o planta de amate. Y San Antonio de Palopó aún vive en presente su historia y sus tradiciones mayas, como las de sus antiguos códices, como en el Barranco Blanco, una cueva que se encuentra en una pared de piedra donde los habitantes del lugar suelen llevar ofrendas e invocar a sus deidades.
Asentado en lo alto de la orilla entre San Antonio y Santa Catrina, con una vista indescriptible sobre los tres volcanes, el hotel que habíamos elegido para un corto descanso, para tomar un receso antes de continuar nuestro viaje: Casa Palopó. Sus encantadoras y coloridas estancias estaban delicadamente decoradas con arte indígena y colores muy étnicos, propios de las ropas de las gentes que habitan los pueblos del lago. Su restaurante nos deleitó con platos basados en peces de sus orillas, de verduras de sus tierras, de frutos de sus árboles, en una enloquecida catarata de sabores y olores. Su piscina, infinita, como centro del rito sagrado de nuestro encuentro diario con el lago más bello.
Amábamos y odiábamos el momento, el deseo de querer conocer más el país y el impulso irrefrenable de prolongar nuestra estancia en esta orilla del Atitlán.
Quedará en nuestro recuerdo, como los códices milenarios sobre el papel de amate, el papel de palpó.
Nuestros viajes relacionados: http://www.viajesdelujotaranna.com/pdf/guatemala_viajes_lujo_taranna001.pdf
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ResponderEliminar¡Un abrazo grande de parte de los tres!